viernes, 10 de julio de 2009

I
Sentirse plena. Es lo que ella me reclama día con día, y yo como hombre terco que busca su cueva en la imbecilidad, que oscila en el vientre de la noche; huyo y me escondo, vago con luna por calles pícaras de mi ciudad.
Ha pasado mucho tiempo, el señor de los ombligos murió en la noche en que el berelele* huyó buscando otro hogar, otro amor. Voy a convirtirme en berelele, lentamente, comenzare por los pies, luego por el pico, la cabeza me saldrá en noche de luna llena, el cuerpo surgirá cuando el calor haga que me de un baño de tierra, las alas serán las ultimas en salir, lo disfrutare, cada pluma será una hija mía, serán mis nuevos brazos que controlarán el mundo que he conocido ya muchas veces, la soledad.
Seré esa ave que vagará por tu techado, quien picoteará al perro que se hizo famoso por extraviarse en el pueblo, ya no seguiré a los paisanos que lejos van. ¿Qué importancia tiene seguirlos, cuando mis alas están cansadas y deseo beber el agua que de tu vientre brota?
¿qué importancia tiene la nostalgia, cuando mis recuerdos me lleven a la mujer?
Nada es tan suficiente para saciarte, para llenarte de gozo, para hacerte sentir viva. En mi metamorfosis perdí mi voz, ahora en las noches grito intentando pronunciar tu nombre. Cuando el sol apenas deja ver sus pestañas, vuelo rumbo al campo, las alas se me alargan, el pico se me convierte en labios, las patas se hacen mas gruesas, mi cabeza desaparece y me convierto de nuevo en ese hombre que tanto odias, ese hombre que representa muchos hombres y no el héroe o el perfecto de las películas románticas.
Los besos se congelan milímetros antes que nuestros labios conversen, que se sientan deseados. Las manos son tan calientes que arden al tocarte. Y ya no gustas de mis pies que siguen la ruta de tu sombra.
Llegado la noche todo vuelve a la normalidad, mis visitas nocturnas se hacen mas seguidas, mi canto alegra tus sueños, y por fin tus manos llegan a acariciar mi plumaje. Recuerdo que esa noche, no paré de correr de un lado a otro, no deje de molestar al perro, no dejé de volar por encima de tu techado. Muchas noches te miré por la ventana, desnuda, mostrando tus senos a la luna, dejando que el viento acariciara tu cuerpo.
Nunca antes los amaneceres se me habían hecho tan odiosos, prefería la metamorfosis aunque ésta doliera, la prefería porque me acercaba más a ti, porque me acariciabas y me besabas en la cabeza. Porque dejabas que yo cantara y gritara cual ave libre, porque me sentía vivo.

II
Una noche calurosa de luna llena, la metamorfosis fue mas dolorosa, la nostalgia me acogió tan fuerte que me dolían mis piernitas. Al llegar a tu casa me sentí feliz de nuevo, siendo acariciado, mimado. Yo, el berelele, metamorfosis que el amor provocó, perdió noción del tiempo. El cansancio se apoderó de ti, te acompañé a tu cuarto y te vi dormir. Tu me mirabas como sabiendo algo, como que viendo a alguien mas dentro de este berelele que ahora soy.
El sol asomó su nariz, mis patas me dolían, mis dedos volvían a tomar forma, mis brazos se alargaron, el pico desapareció, ¡Oh Dios mío!... Estaba regresando a mi esta humano, al estado de imbecilidad; y mis gemidos de dolor te despertaron y al verme tu grito reinvento el silencio. Y ahí me tenías tirado, desnudo y cansado después de una dolorosa metamorfosis. Yo estaba tan débil que no pude pararme, de algún lugar sacaste una jaula gigante y la colgaste del árbol de almendra, me ataste las manos y los pies y me metiste en ella.
Yo, el hombre-berelele, encerrado en una jaula. Y aquí me tienes contando está historia a toda gente que deseé conocerme y saber que aun estoy contigo, que ya no vuelo, ya no me acaricias, que se ha perdido el sentido de la noche, que se ha perdido todo conmigo.





* Su nombre en castellano es Alcaraván y es un ave migratoria de unos 40 cm de longitud. Mas adelante me daré la obligación de poner el significado en zapoteco.