martes, 20 de abril de 2010

A Ailema



Yacía recostado sobre mi propio cuerpo, ebrio, tratando de reírme de la noche que me robó unas cuantas locuras. En el bar muy poca gente bebía, muy poca gente bailaba. La música penetraba la piel de los amantes. Vi levantarte de tu asiento y supuse que irías a sacar un poco de lo que habías bebido, pero no, te acercaste a mí y me dijiste:

-Vente, bailemos, no trates de dormirte-

Y bailamos no recuerdo que cosa, y el baile se extendió hasta cuando el sol asomó sus pestañas. Me sentía en la historia de algún poeta-músico que deambula por los bares al parecer del mediterráneo. Despues salimos del bar, afuera unos hombrecitos azules me detuvieron y uno de ellos me dijo:

-Está violando las reglas, jovencito-

Me subieron a la patrulla, mis amigos respondieron, y para la torta fue lo que le dieron. Era una noche en la que el aburrimiento me inundaba el cuerpo, y vaya, se volvió una noche con muchas historias.

Nos dirigimos al departamento de un amigo músico, en el trayecto conversamos con el taxista, y luego tú y yo nos besamos. Después de haber llegado, nos sentamos a tomar un té, charlamos un largo rato y luego empezamos a danzar, juntos estallamos justo antes del amanecer, dormimos un par de horas, luego me despertaste y me dijiste:

-Te cuidas-

Y seguí durmiendo. Después no supe nada de ti, y hoy nos volvemos a encontrar en el mismo lugar, de extremo a extremo, sólo espero que esta noche no se nos vaya a escapar, porque tenemos un baile que terminar.

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