lunes, 29 de marzo de 2010

ESQUIVANDO AVES DE ACERO

Y resurjo de entre los charcos

De sangre que nos inunda los ojos,

Que nos ahoga, que nos ciega

En este caballo de mar-terrestre.

Morimos sin ser tocados,

Corremos hacia ningún lado

Sin que esto parezca simulacro,

No lo es, de norte a sur sólo hay abismos.

Hay una planta de amor

Que nos toca y nos seca el cuerpo

De tanta sangre, y pensar,

En repensarnos entre guiechahis.

Todos resurgimos, como una

Película en cámara lenta,

Algunos esquivan aves de acero

Otros caen, y este poema

Es para ellos.

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